Para 2030 nuestro cerebro podrá estar conectado a una computadora. De acuerdo con el último estudio de MarkWide Research citado en Digital Journal, “se espera que el mercado de interfaz de computadora cerebral crezca a una tasa de crecimiento anual compuesta (CAGR) de 14,2 % durante el período de pronóstico de 2022-2030, alcanzando los 5.730 millones de dólares.” Será el momento en que, se venderán millones de dispositivos de interfaz cerebro-máquina (brain-machine interface o BMI). ¿Por qué? Porque proporcionarán maneras mucho más realistas al momento de interactuar con objetos, personajes y entornos completamente virtuales propios de un metaverso. Todo este potencial detrás de esta tecnología hará que sus aplicaciones comerciales, de consumo y médicas no tengan precedentes.
Mucho de lo que hoy se habla de interfases cerebro máquina roza la ciencia ficción, como es el caso de Neuralink, empresa de neurotecnología estadounidense que se especializa en el desarrollo de interfaces cerebro-computadora implantables, y de esta manera lograr conectar la mente humana directamente a la inteligencia artificial con enlaces neuronales de gran ancho de banda.
La tecnología de interfaz cerebro-máquina comenzará a desdibujar la delgada línea entre el mundo físico y el digital, puesto que tiene la capacidad para entrelazar cada vez más los entornos físicos con los virtuales y agregar experiencias inmersivas superiores y de manos libres.