Los avances en inteligencia artificial (IA) están permitiendo que esta aprenda a interpretar las emociones humanas para luego responder eficientemente a ellas. Es así como surge la IA emocional. Una rama de la inteligencia artificial que se ocupa del procesamiento y la reproducción de las emociones humanas.
Los orígenes de la IA emocional se remontan a 1994, cuando Rosalind Picard acuñó el término computación afectiva (affective computing). Tres años más tarde en 1997 esta profesora del Laboratorio de Medios del MIT publicó su primer libro sobre computación afectiva.
La IA emocional permite una interacción mucho más natural entre humanos y máquinas. Esta herramienta tecnológica es capaz de detectar y analizar microexpresiones del rostro de una persona. También puede identificar y analizar pequeños cambios en la voz de un humano y de esta manera comprender sus emociones. Si la IA emocional puede comprender las emociones, entonces puede imitar esas emociones.
El futuro de esta herramienta tecnológica es promisorio. De acuerdo con Pragya Agarwal, autora de HYSTERICAL: Exploding the Myth of Gendered Emotions. “En 2023, la IA emocional se convertirá en una de las aplicaciones dominantes del aprendizaje automático. Las empresas de tecnología lanzarán chatbots avanzados con capacidad para imitar de cerca las emociones humanas y así crear conexiones más empáticas con los usuarios en la banca, la educación y la atención médica.”
Dadas las características y bondades de la IA emocional su aplicación puede abarcar un amplio espectro de industrias y actividades: call centers, salud mental, publicidad, video juegos, vehículos autónomos, educación, retail, reclutamiento, gobiernos, seguros, entre otras.