Desde una mirada darwiniana, la competitividad se asocia a cualquier cosa que se asemeje al proceso de selección natural donde impere la supervivencia del más apto. De esta manera, se asegura la supervivencia de la especie.
En el mundo de los negocios, es bien sabido que un entorno de trabajo competitivo al interior de una compañía puede ser beneficioso, sin embargo, la evidencia de los últimos diez años demuestra que la mayoría de las empresas más valiosas del planeta como Google, Apple, Amazon y Microsoft operan bajo el principio de la colaboración de los empleados, dado que produce el mayor nivel de rendimiento.
Bajo este escenario, se justifica explorar los conceptos de competencia y colaboración para comprender sus principales diferencias y su aplicabilidad en la organización:
Competencia: por lo general, la competencia desalienta el intercambio de conocimientos, de personal de apoyo y de recursos. En consecuencia, la competencia promueve la creación de silos entre los distintos departamentos de la organización, pues la confianza entre las personas tiende a cero. Como resultado de lo anterior, la competencia aumenta el estrés en los trabajadores y puede elevar el resentimiento de los empleados llevándolos a conductas maliciosas.
Colaboración: en este enfoque, las personas logran confiar mucho más entre sí y de esta manera su disposición al esfuerzo es mucho mayor. Se optimiza la división del trabajo y se incrementa el pensamiento creativo. Por consiguiente, eleva la probabilidad que las personas y los equipos alcancen resultados por sobre lo esperado.
Si el propósito es crear una cultura que produzca soluciones innovadoras, un enfoque de gestión hacia la colaboración triunfa por sobre un enfoque orientado hacia la competencia.