Las metas y los objetivos son esenciales para la conducción en todo tipo de organización. La universalidad de estos dos conceptos ha justificado su relevancia histórica en la gestión.
La importancia de las metas y los objetivos como conceptos complementarios está en que ambos permiten a los trabajadores monitorear su propio progreso durante un intervalo de tiempo y a partir de esto, hacer las correcciones pertinentes en favor de un mejor desempeño. Lo anterior se basa en el supuesto que, si los trabajadores conocen lo que se espera de ellos, entonces los trabajadores pueden entender en qué se le mide y qué tienen que hacer y corregir para lograr los objetivos y metas.
Pese a la importancia de las metas y objetivos en muchos casos las personas utilizan estos conceptos como sinónimos, sin embargo, en gestión de organizaciones existen profundas diferencias entre ellos:
Metas: son de carácter general, intangibles, abstractas, están relacionadas con el largo plazo y definen de manera breve un resultado deseado. Son muy valiosas para establecer una visión general.
Ejemplos: aumentar la eficiencia, entregar un excelente servicio al cliente, ser líderes del mercado, mejorar la competitividad, mejorar el crecimiento, etc.
Objetivos: son de carácter específico, tangibles, concretos, están relacionados al corto y mediano plazo y describen de manera detallada las acciones necesarias para alcanzar una meta. Son muy útiles para establecer con un cronograma y un marco de tiempo.
Ejemplos: reducir los costos fijos en un 15% en 2 años, aumentar las ventas de la empresa en 5% en 1 año, elevar la cuota de mercado de la compañía en un 3% al cabo de 6 meses, etc.